Introspectiva simbólica es el título de la muestra individual más reciente de Elizam Escobar, un proyecto retrospectivo curado por Juan Carlos López Quintero en el Museo de Arte de Puerto Rico. La muestra, compuesta mayormente de pinturas, cuenta además con algunos cuadernos de dibujos y bocetos cuadriculados de algunas de las piezas en sala. La mayoría de las obras presentadas se realizaron durante los diecinueve años que Escobar pasó en prisiones federales como preso político del gobierno estadounidense (1980-1999). La selección de las obras, su distribución y agrupamiento en sala, develan algunos de los temas que el artista ha trabajado insistentemente durante su carrera: el autorretrato, el espacio de los sueños, el arte como espacio filosófico, el oficio del pintor, lo ficticio, los rostros, entre otros.

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La posibilidad que ofrece la muestra de ver ordenada y coherentemente el trabajo realizado por el artista durante casi treinta años nos permite observar panorámica y detenidamente el interior de un intelectual. El lenguaje empleado por Elizam en la articulación de su trabajo, más que respuestas, nos deja con nuevas preguntas. La muestra se articula sobre una ambigüedad productiva que nos enfrenta como espectadores a un ambiente donde las piezas nos interrogan. Los personajes y narrativas inconexas dejan al público desprovisto de las herramientas convencionales de lectura. Queda uno solo frente a un grupo de obras donde cada una es un capítulo de un libro que no puede ser leído cronológicamente.

Cuando entré como estudiante a las Escuela de Artes Plásticas en 2002, Elizam era una leyenda que caminaba por los pasillos del Antiguo Manicomio frente a El Morro. Tomé algunos cursos de pintura con él, compartí espacios de tertulia y me nutrí decididamente de sus comentarios. En mi opinión, nunca ha sido un tipo predecible; sus reacciones son sorpresas que me dejan frente al espejo. Visitar esta muestra es, entre otras cosas, un privilegio, una oportunidad para descifrar frente a una colección de libros la preguntas que motivaron su escritura, una escritura voluntariosa, un trabajo motivado por la imaginación, rico en referencias, excelente en su factura y terminación.

Luego de la noche de apertura, me sentí en la responsabilidad de visitar la muestra todas las veces que me fuera posible. He llevado a mis estudiantes, he escuchado sus preguntas, he visto la cara de los guías del museo mientras hablo del trabajo en sala. Me he tenido que cohibir de hablar en ocasiones, he aprendido a respetar el silencio de los demás, pero sobre todo, la humanidad de mi profesor me ha conmovido inmensamente, tanto que siento que no he visto la muestra lo suficiente, aun luego de haberla visitado por lo menos en cinco ocasiones. Cada vez que voy, me veo frente a una pintura ante la que no me había detenido la vez anterior. Es como jugar a la ruleta rusa en un cuarto de lleno pistolas: siempre llega el momento en que me doy un balazo.

De vuelta (con) (de) (en) (a) (por) la realidadLa exhibición comienza con algunos autorretratos, entre ellos Heurística #1 (1992), pieza que se distingue por mostrar el rostro del autor varias veces, intervenido por distintas máscaras, y producto de distintos tipos de aplicación de la pintura sobre fotos. A su vez, los rostros sirven de marco a una imagen también suya, en la que es abrazado por una criatura que se esconde tras su cuello mientras contempla una versión roja de su cadáver. Es inevitable pensar que estos retratos son una reflexión a través de la cual el artista intenta solucionar problemas ideológicos. Entre ellos, también está el Autorretrato Albizuista, de 1991, y De vuelta (con) (de) (en) (a) (por) la realidad, de 1988.

El MonjeTambién me es inevitable pararme frente a esos autorretratos sin calcular qué edad yo tenía cuando se estaban pintando. Por ejemplo, cuando se pintó El Monje, en 1995, yo apenas tenía nueve años y Elizam cumplía quince de encarcelamiento. Aun cuando él entiende que existe una distancia considerable entre el arte y la política, su trabajo en mi opinión es sobre la política del pensamiento. Cada pintura es una deliberación, un argumento que debate con la realidad para atravesarla. La muestra en general podría verse como una colección de ensayos tematizados que documentaron, desde la más profunda y honesta subjetividad, la vida de este artista en distintas etapas de su desarrollo intelectual.

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El recorrido, luego de habernos llevado a través de juicios, jurados, máscaras y modelos, finaliza frente a una nube gris en gran formato que se queda allí como presagio y memoria de una pasado difícil, pero finalmente pasado.

Introspectiva simbólica abrió al público el pasado 22 de agosto y se extenderá hasta el 1 de diciembre de 2013. Para más información y horarios de visita, pueden visitar: Museo de Arte de Puerto Rico.

*Publicado originalmente en la edición de octubre de 2013 de la revista en línea, Visión Doble