Retos generales de la comunidad de artistas visuales en Puerto Rico, algunas propuestas para imaginar otro futuro

¿Quiénes son y qué hacen los artistas?

Los retos de la comunidad de artistas visuales son fundamentalmente económicos, no administrativos; en todo caso son retos relacionados con la escasez de recursos dirigidos a apoyar de manera consistente la producción en sus diferentes etapas. La precariedad a la que se enfrenta el sector, la condescendencia y la falta de seriedad con la que se percibe la profesión, constituyen en sí­ mismos uno de sus mayores desafíos: lograr el reconocimiento como trabajadores capaces de aportar al tejido social tanto como los sectores la salud y la economía. Ejemplos recientes son el Fondo de Emergencia para Artista creado por Km 0.2 durante los meses de cuarentena, los esfuerzos de apoyo humanitario coordinados por Mezcolanza y Agitarte, Inc. posteriores al impacto de los terremotos de enero, las brigadas de solidaridad organizadas por El Lobi para llevar alimentos a comunidades que habían quedado aisladas debido al paso del Huracán Marí­a. El esfuerzo y la sensibilidad de lxs artistas no sólo ha aportado alivio a cientos de puertorriqueñxs en medio de esta serie de eventos trágicos, sino que también han traído cohesión en momentos de inestabilidad; pensemos en la obra gráfico de artistas como Garvin Sierra, el Colectivo Bemba y muchos otrxs que han hecho de su compromiso con el paí­s su verdadero trabajo. 

Las carencias materiales de cada gremio dentro del sector son muchas y muy particulares, pero a su vez, todas están vinculadas a la idea de que las artes en general son algo prescindible. Esta sospecha no surge de la nada, deriva de la actividad de un gobierno que se ha dedicado a alimentar el deterioro de las principales instituciones culturales del país, materializando una triste realidad que hasta el momento solo había sido una queja. El gobierno y las agencias encargadas de los temas de cultura abandonan poco a poco al sector a su propia suerte, ignorando la participación medular que han tenido lxs artsitas en la construcción del Estado y la democracia moderna en la Isla. La comunidad de artista visuales ha dado sentido a la urbe con murales en las calles, han puesto fotos en nuestros periódicos y archivos, portadas en nuestros libros, carátulas en nuestros discos y esculturas en nuestros espacios públicos, otorgando identidad a muchos de los objetos que nos rodean y que reconocemos como nuestros. 

Retos de Profesionalización

En la actualidad se espera de lxs artistas que sean expertos en su área, que sean empresarixs, administradorxs y propuesterxs. Sin embargo, los espacios de profesionalización disponibles para unx recién graduadx que quiera dedicarse al desarrollo de su propia obra son tan escasos que muy pocxs optan por dedicarse a ello. Durante los pasados 20 años, muchxs artistas apostaron por el desarrollo de organizaciones y empresas de todo tipo: diseño gráfico, diagramación de libros, desarrollo de páginas web, espacios de exhibicióon y venta, desarrollo de eventos, publicidad, enmarcado, fotografía comercial, cine, escenografía, incluso bares y restaurantes; todo menos a producir su propia obra. Muchxs, luego de jornadas larguí­simas de trabajo, dedican su tiempo libre a producir. Pero lo cierto es que mientras más se le exige a lxs artistas, menos tiempo tienen para hacer su trabajo. Ahora bien, el empresarismo y las jornadas dobles no han asegurando a esta comunidad ninguna de sus necesidades básicas. La vivienda, el espacio de trabajo, la seguridad sanitaria y la posibilidad de un retiro digno son todavía asuntos que se atienden desde la incertidumbre. A pesar de las mejores intenciones que hayan podido tener, ninguna administración de ningún partido, ni ninguna empresa, ha puesto entre sus prioridades diseñar una plan para mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la clase artística. 

Es cierto que durante la cuarentena, instituciones privadas y públicas han respondido en mayor o menor medida a la crisis, ahora intensificada para el sector. Y aunque esto ha traí­do alivio a muchxs, no ha acabado con la amenaza constante que acecha a lxs artistas en la Isla. A día de hoy, muchos de los espacios independientes que han estado durante años a la cabeza de la programación de exhibiciones dentro y fuera de la Isla, corren el riesgo de cesar sus operaciones y ser removidos de sus espacios. La ayuda durante la emergencia, ha sido importante, pero no ha sido suficiente. 

¿Qué necesitamos?

A pesar de la indiferencia de muchas agencias gubermanetales y funcionarios, lxs artistas no han dejado de creer y apostar por sus proyectos. ¿Qué hace falta? Hacen falta procesos diseñados para el sector, convocatorias que entiendan las necesidades y los costos justos de producción. Fondos de apoyo comprometidos que entiendan el valor del trabajo y que no se piensen a sí mismos como una forma de caridad. Convocatorias que no pongan trabas para concederse, ni evaluaciones absurdas que deberían estar haciendo las instituciones y no lxs artistas mientras intentan sobrevivir a la vez que hacen su trabajo. No podemos pretender medir el impacto de estas gestiones con los mismos indicadores que se mide el éxito de una tienda porque estaríamos perdiendo de vista el valor que aporta el arte naturalmente en su quehacer; esa forma particular de reunirnos en torno a preguntas e ideas, ese espacio de contemplación en el que nos descubrimos críticamente y desde el que imaginamos nuevas formas de ser, estar y hacer.

Necesitamos espacios de taller y vivienda que permitan a lxs artistas dar de lo que conocen mientras se desarrollan. Acuerdos de trabajo que permitan acumular retiro y desempleo; contar con seguro médico y con posibilidades verdaderas de recibir remuneración de nuestro trabajo sin regateo. Hacen falta modelos de agenciamiento y condiciones de desarrollo que se ajusten en las necesidades de nuestro gremio. Una visión que contemple formas de tributar que se reinviertan en el sector, herramientas financieras que permitan la comprar espacios y la construcción autonomía. Alivios contributivos para organizaciones, talleres y espacios de proyectos. Descuentos y concesiones de los pagos de luz y agua, similar a las consideraciones que se tienen con las iglesias, de modo que se reconozca de una vez la labor social que estos proyectos hacen y han hecho durante años.

Y si a pesar de todo, nos quieren a obligar a comportarnos como empresarios, necesitamos currículos de estudio que lo contemplen y condiciones justas que nos apoyen en el proceso de crear nuestras empresas. Muchos de los espacios alternativos no venden una pieza hasta pasados los primeros dos años de haber sido fundados. Urgen incentivos legales y financieros que estimulen la creación de nuevos mecenas, de modo que dar no sea un acto caritativo, sino que sea una oportunidad de hacer país.

Ante todo, hacen falta espacios legítimos desde los cuales proponer política pública, plataformas para ser escuchadxs y tomadxs en cuenta cada vez que se van proponer medidas que afecten el presente y el futuro de un sector que como mencioné, siempre ha estado comprometido con el país, sin importar las circunstancias. 

Agradezco a Roberto ‘Yiyo’ Tirado de Km 0.2, Naíma Rodríguez de Publica Espacio, Inc., Vanessa Hernández Gracia de El Lobi y Rosenda Álvarez Faro de Taller Malaquita por el apoyo ofrecido previo a la redacción de estas páginas.

*Leído en la Vista Pública del Comité de Arte y Cultura del Task Force Social del Pueblo transmitido vía Facebook Live el viernes 10 de julio de 2020 a las 5:00PM hora de Puerto Rico.