El pasado 19 de febrero, el Museo de Arte Contemporáneo de Puerto Rico presentó, a pocas cuadras de su sede, Parada 16 1/2, Alto del Cabro, un evento que se articuló entre las calles Rucabado, Mariana y Eduardo Álvarez de la comunidad de Alto del Cabro, en Santurce. Este evento se da como parte de una gestión más amplia, Proyecto Santurce, 30 años del MAC en el barrio, en la que el Museo celebra su trigésimo aniversario en Santurce, comisionado propuestas a artistas para que elaboren piezas vinculados a la historia y la realidad santurcina. Así, durante seis meses, Pepe Álvarez, Karlo Andrei Ibarra, Karen Langevin y Nibia Pastrana desarrollaron una serie de proyectos que reflexionaron sobre la historia de los habitantes de la comunidad.
Parada 16 1/2 se articuló a través de una serie de proyectos que invitaban al público a recorrer la barriada mientras conocían algunos detalles de la vida y la historia de la comunidad. A pocos pasos de la Avenida Ponce de León, subiendo la calle que queda frente al Marshalls, se encuentra el Colmado San Rafael, una cafetería con una vellonera que, en algunos de sus números, narra, en la voz de residentes, anécdotas que podrían servir como pistas para construir el paisaje cotidiano del barrio. Durante los meses de producción, Pepe Álvarez se dedicó a realizar entrevistas en audio, para la cuales diseñó carátulas individuales y las colocó junto a las grabaciones, dentro de la programación de la vellonera, para que quedara a la disposición de los visitantes.
Frente a la cafetería, la osamenta de una estructura que parece haber sido una residencia. Allí, Karen Languevin y Nibia Pastrana improvisaron una serie de movimientos en vivo, que crearon una conversación entre las historias que contaba la vellonera de la cafetería, las ruinas caseras de la estructura y un escenario modesto construido con pocos recursos, iluminado y rodeado de varias decenas de personas que las observan moverse, como quienes miran a través de las paredes de una casa de cristal.
Doblando a la izquierda en la esquina de la cafetería, al final, una intersección con un poste que ilumina un espacio que parecería más una suerte de esquina de encuentro. Bajo la luz, una mesa y un grupo de personas que ofrecía orientación a los que se acercaban. Desde allí partía un audio-reccorrido diseñado por Nibia Pastrana, que guiaba con su voz a los transeúntes a través de un andar que permitía experimentar el espacio geográfico de la comunidad, a la vez que te hacía consciente del cuerpo con el que te desplazabas. Un poco más abajo del poste, un centro cultural, ocupado mayormente por el Programa del Estuario de la Bahía de San Juan, fue recuperado temporalmente por Karlo Andrei Ibarra y algunos vecinos para organizar un museo comunitario, que a la vez sirvió como plataforma para exhibir una bandera hecha con pedazos de tela, donados por algunos residentes. El Museo ordenaba entre paredes, mesas y tablilleros, restos inconexos de memorias y objetos devueltos por el mar a la laguna. El Alto del Cabro solía colindar directamente con la Laguna de Condado, hasta que la construcción del Expreso Baldorioty de Castro la confinó, poco a poco, a ser un paréntesis entre el Expreso y la Avenida Ponce de León. Detrás del Museo, en una proyección tamaño pared, se ofrecía la documentación videográfica de las intervenciones corporales de Karen Langevin relacionándose con espacio arquitectónicos de la zona. Como parte de la celebración de esa noche, el equipo de organizadores del MAC aprovechó para festejar, como parte de la actividad, un cumpleaños simbólico para el Museo, que tuvo lugar en un bar local, conocido popularmente como el “crucerito”, debido en parte a su arquitectura, diseñado en medio de un cuchillo entre dos calles.
El valor de este evento, más allá de la experiencia que ofrece el happening durante la noche de la actividad, radica en las relaciones que se crean como parte de las agendas de producción de los artistas. En todos los casos, el insumo y la participación de los residentes fue crucial para el desarrollo de cada pieza o colección de piezas. El Museo de Arte como entidad aglutinadora, realizadora de la convocatoria y plataforma de gestión, reúne a los artistas para que faciliten, a través de sus proyectos, un intercambio que replantea el sentido del museo en relación con el valor que adquiere para las comunidades que le rodean. Se puede vivir muchos años juntos sin conocerse, y no es hasta que un proceso confronta los intereses de las partes y les permite desmitificarse mutuamente que se crea la posibilidad de una relación verdadera. La atmósfera producto de esos roces es la que el público de visitantes respiró durante esa noche: anfitriones generosos y alegres de compartir sus calles por una noche, sedientos de conversar su experiencia, claros de lo que se presentaba y dispuestos a explicarlo a cualquiera de los espectadores.
Parada 16 1/2 se inserta en una serie de investigaciones artístico-culturales que hemos visto en Puerto Rico desde inicios de la primera década de 2000. En suma, llevamos poco más de quince años activando espacios a través de propuestas que investigan los efectos que provocan los roces entre los intereses formales del arte, cuando se combinan con estrategias para crear relaciones y campos como la antropología, la historia y la etnografía. Michelle Marxuach y muchos de los artistas que trabajaron dentro de la plataforma M&M articularon su trabajo dentro de un registro que saca al artista del taller y el arte de los espacios de exhibición convencionales. Otros ejemplos importantes son Fabrica útil, de Beatriz Santiago Muñoz; El Cerro, de Chemi Rosado Seijo; el Museo del Cerro, del mejicano Pablo León de la Barra; el proyecto de encendido de la chimenea de la antigua Central Igualdad, ubicada entre Añasco y Mayagüez, titulado 7 días de igualdad, de Jesús Bubu Negrón; el Dibujo sobre parque de pelota, de José Tony Cruz; el Coco de Oro y el evento La Perla Habla, coordinados por Edgardo Larregui y su equipo de colaboradores; las gestiones con deambulantes y adictos diseñadas por José Luis Vargas; los proyectos de activismo de Mary Anne Hopgood, Deborah Hunt y el colectivo Papel Machete; y PISO Proyecto, de Noemí Segarra. Estos artistas han construido un cuerpo de trabajo enfocado, en parte, en la creación de diálogos estéticos fuera de los espacios de arte y con públicos no especializados, a través de experiencias que se materializan en más de un producto. Hoy, su trabajo sirve como referencia de una práctica que ha lanzado el pensamiento artístico en la isla a lugares donde los medios tradicionales no habrían podido llegar solos. La suma de disciplinas y los roces provocados por ese encuentro han creado también un lenguaje común entre públicos, artistas y profesionales de otras disciplinas.
Esto nos deja frente a un campo de posibles diálogos, responsables tal vez de revelar nuevas herramientas de activismo y formas de pensar la creatividad para nuestra generación y las futuras. Esperamos con ansias las presentaciones restantes del conjunto de eventos que componen Proyecto Santurce, 30 años del MAC en el barrio.
*Publicado originalmente en la edición de abril de 2015 de la revista en línea, Visión Doble.