Esta pasado sábado 15 de junio, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía congregó en la Sala de Protocolo y el patio central del Edificio Sabatini a la comunidad de amantes de ritmos tropicales y bailadores. Pachangueros, charangueros, rumberos y salseros, mayormente caribeños, centro y sur americanos, migrantes en su mayoría que se sienten convocados por el baile y la música que les arrulló, les vió crecer y que les acompaña hoy en sus rutas trasatlánticas.
La fiesta la armaron los DJ’s colombianos de La Parcería[1], David Santamaria, a.k.a. Salsa Ensamble, Julio Porras, a.k.a. Hey Watusi, Edgar Aguirre, a.k.a. Cumbanchero y Johan Posada, a.k.a Johan Cañandonga. Melómanos y devotos coleccionista de música que han dedicado una parte importante de su estancia en la capital española a promover, visibilizar y educar en torno a la cultura musical de su región. En esta ocasión, como resultado directo de una nueva política institucional en torno al desarrollo de actividades públicas y la relación del museo con las comunidades que le circundan, el ya conocido y esperado Salsódromo[2] parcero[3] ocupó los espacio del museo castizo con música mestiza, y cuerpos provenientes de otras geografías que se sacudían entre las finas maderas de la Sala de Protocolo y el polvo blanco de la arenilla del patio principal.
A los poco minutos de comenzar la música ya se levantaba una nube blanca a los alrededores del estático móvil calderiano, que frente al meneo y la contorsión de estos cuerpos se percibía rígido ante los ojos de quienes participábamos de la escena. El evento se dividió en dos espacios de degustación musical. En la Sala de Protocolo, la sesión de vinilos comenzó a las 20 horas en punto sonando a manos de Hey Watusi y Salsa Ensamble una selección de mambo, chachachá, pachanga y charanga que se extendió hasta las 21:30. Paralelamente en el patio del Edificio Sabatini, también desde las 20 horas en punto, Johan Cañandonga y el Cumbanchero sacudían la atmósfera clínica del museo a fuerza de boogaloo, güajira, jala-jala, shing-a-ling, salsa y mucho más en una fiesta que no acabó hasta la medianoche.
Desde 2012, año en que se inaugura el primer Salsódromo en el Campo de la Cebada en La Latina, la masa de bailadores se ha multiplicado y cada Salsódromo es esperado con más ansias que el anterior. Cada edición del evento, es en sus performatividad un quiebre en el ritmo en una ciudad cada vez más poblada de migrantes. Habitantes que tuercen las costumbres de la urbe de acuerdo a sus demandas y necesidades, imprimiendo en el registro sonoros y afectivo de los espacio, otras formas de celebrar y congregarse. Según la Dra. Dagmarys Olivar “la auto organización de los colectivos extranjeros y sus diversos niveles de actuación, intereses y reivindicaciones, señalan distintos estados de empoderamiento y agenciamiento dentro de la sociedad receptora.”[4] Iniciativas como el Salsódromo, se han convertido en plataformas de encuentro que dan visibilidad a las culturas de las comunidades latinoamericanas en la ciudad proveyendo instancias para la coincidencia y intercambio con locales e inmigrantes de otras procedencias.
A los pocos minutos de inaugurado el evento, habiéndose roto el hielo de la pista, todxs quedaron capturados por la música; tanto los transeúntes que cruzaban la plaza del Museo y escuchaban la voz de Tito Rodríguez salir de alguna ventana, como las escuelas y clubes de baile de la ciudad que fueron convocados por la institución y los seguidores asiduos del evento que corren la voz entre ellos y asisten religiosamente al bailable. La propuesta del comisario José Luis Espejo titulada “1969. La Parcería”, señala que la intención del proyecto es conmemorar los 50 años de la salsa a través de un evento que convocaba diferentes tipos de audiencias. Según su declaración, la Salsa como la conocemos hoy es “un cúmulo de estilos aglutinados por la segunda generación de músicos latinos residentes en Estados Unidos en las décadas de 1960 y 1970.”
Nos parece importante destacar, que las apreciaciones de Espejo en torno al desarrollo de estos ritmos subrayan la distancia que existe entre la métrica musical caribeña propia de la salsa y la tradición musical europea. Esta diferencia, es para el comisario, precisamente la particularidad que la distingue y le pone en valor frente a otras formas de música, lo que a su vez esta estrechamente vinculado al mestizaje y la realidad migratoria que distingue a sus exponentes.[5] Este evento no es la excepción, tanto los DJ’s como una parte importante de su público son personas migrantes que coinciden en afecto y memoria en torno a estos ritmos. La web de La Parcería narra en pocas palabras el comienzo del Salsódromo en el Campo de la Cebada, diciendo: “Allí le devolvimos la Salsa al barrio y fuimos testigos de un momento único en la historia de Madrid, y viceversa: La Salsa nos devolvió el barrio y Madrid fue testiga…”
Ahora, gracias a estas iniciativas, la gestión de La Parcería y sus Dj’s sirve de puente entre el museo al barrio, y nosotrxs, quienes estuvimos allí sintiendo el calor del movimiento en las salas, fuimos testigos del poder de convocatoria y transformación de la música y el baile. Esperamos que sea la primera de muchas ocasiones en las que la institución como el barrio, se vea en la agencia de expandirse y modificarse de acuerdo a las necesidades y demandas de un presente que exige solidaridad, versatilidad, posicionamiento y compromiso con un cambio que debe suceder en últimas, de adentro hacia afuera, y viceversa.
Notas:
[1] La Parcería es una asociación cultural que responden a necesidades especificas del contexto social donde se realizan, utilizando la creatividad artística como instrumento de activación de dinámicas culturales y artísticas que inicien, una reflexión; para facilitar y disfrutar el dialogo, urbano. – https://laparceria.org/
[2] El salsódromo es un proyecto de difusión centrado en las manifestaciones populares y culturales Iberoamericanas, en este caso la Salsa; Creamos un espacio para el dialogo intercultural por medio del baile y el disfrute con la Salsa Clásica de los años setentas, la Salsa Brava, la Salsa de Barrio. – https://laparceria.org/salsodromo/
[3] Parcero es una expresión colombiana de uso muy frecuente, para referirse a compañero o amigo de forma muy coloquial. Actualmente se emplea un diminutivo para la misma palabra, en este caso: “parce”, que tiene el mismo significado que parcero.
[4] Dagmarys Olivar Graterol, “Del trópico al cielo: expresiones de la cultura migrante en Madrid”, Sin Norte, Vol. 1, 2019.
[5] En palabras del José Luis Espejo: Es especialmente interesante el proceso de combinación de patrones rítmicos procedentes de distintas tradiciones centroamericanas cuya clave musical tiene su origen en los ritmos afrocaribeños. Este patrón, de 3/2 en lugar de 4/4, se encuentra en el mambo o la guaracha, y también en algunas tradiciones africanas, pero está ausente en toda la tradición europea. Así pues, el desarrollo de la composición polirrítmica es uno de los elementos más importantes en esta música que logra consolidar y encriptar diferentes testimonios migratorios y de mestizaje. – https://laparceria.org/2019/03/29/la-parceria-1969-museo-reina-sofia/
**Publicado originalmente en el blog de la Red de Estudios Visuales Latinoamericanos (ReVLat) el 29 de junio de 2019.