Hábitos colectivos

Como parte del pasado ciclo exhibiciones, celebrado entre el 27 de agosto y el 7 de octubre de 2016, en Área: lugar de proyectos en Caguas, el ponceño Julio Lugo Rivas mostró su más reciente cuerpo de trabajo: una serie de tres instalaciones que indirectamente se integra a una conversación muy distinta a la de su trabajo pictórico anterior. A pesar de la nube de pesimismo y apatía que algunos dicen ver, o tal vez gracias a ella, un creciente número de proyectos artísticos han reaccionado abiertamente a la coyuntura que se atraviesa en la Isla, aportando material a una discusión copada normalmente por los medios de comunicación; los artistas no dibujan lo límites de la realidad, pero ponen la mesa para las alternativas.

La exhibición de Lugo, Actos íntimos de la conciencia colectiva, inauguró paralela a otros dos proyectos: Impresiones, de Naimar Ramírez y Las emociones como factor de la velocidad del tiempo de Eduardo Cabrer. La instalaciones de Julio invitan a reflexionar sobre el rol del individuo al construir una colectividad democrática, como la que hipotéticamente ejercitamos en la Isla; en general, el tono de las tres instalaciones tenía en común una genuina preocupación por el futuro político del país frente a estas pasadas elecciones. Cómo muchos saben, parte de la opinión pública durante estos meses de campaña se ha inclinó, irónicamente, hacia una voz en contra del voto integro: “Ni azules, ni rojos”, los ya conocidos Partido Nuevo Progresista (PNP) y Partido Popular Democrático (PPD), co-autores de la crisis económica y política de la Isla y pilares de la demagogia, cuya competencia ha definido casi en su totalidad la experiencia eleccionaria de lxs puertorriqueñxs.

Voto de castigo, la instalación que ocupa el centro de la sala, es una estación para votar complementada con una serie de instrumentos de castigo. Entre los objetos que los participantes tienen disponibles sobre la mesa, hay serruchos, cuchillos, látigos, fuetes, mazos para ablandar carne, correas de cuero, lijas y utensilios creados por el artista; además, hay herramientas de dibujo, para no limitar la creatividad a la hora de castigar/ejercer su derecho al voto. Cada espectador que llega a la instalación, se convierte en participante, enfrentándose a varias situaciones: primero, votar públicamente, pues no hay cubículos; segundo, el surtido de utensilios sobre la mesa invitan a cometer de manera impúdica un desahogo, o bien, un acto creativo sobre la limitada ventana de futuro que termina siendo la papeleta; y tercero, someterse a escrutinio, junto a una colección de reacciones mixtas que muy probablemente no ofrezcan ningún resultado coherente; nada muy lejano a la realidad de los resultados. La falta de privacidad descorre la cortina individualista, detrás de la cual se oculta la posibilidad de sentirse incriminado por la toma de una decisión que afecte negativamente a otros, el juego con las herramientas sobre la hoja de papel caricaturiza el acto de castigo y, finalmente, la urna satiriza el acto mismo de votar, haciendo obvia su futilidad; en resumen, se hace evidente el auto-castigo, la periódica mutilación del voto y la anulación de la democracia representativa.

Con la misma ironía, Lugo presenta A.C.O. y Prototipos fallidos para una nueva bandera. La primera instalación, muestra un vídeo proyectado junto a una talla de la isla de Puerto Rico hecha en jabón; en el vídeo se puede ver la silueta de una persona duchándose a la que constantemente se le cae el jabón de las manos y se dobla para recogerlo, esta pieza nos enfrenta ante la posibilidad de cometer nuevamente un error que nos deje descubiertos. Por otro lado, en la tercera y última instalación, compuesta por un vídeo, unas piezas de bicicleta, y una bicicleta estática, el espectador participa pedaleando sin moverse, y tiene como paisaje una especie de bandera que lleva por estrella el vídeo de los pedales girando y una colección de cadenas viejas que sugieren contornos de la geografía de un nuevo país.

Sin promesas de un mejor futuro, estas tres instalaciones le devuelven la responsabilidad al espectador, aspirando a servir como reflejo de los malos hábitos en un momento en el cual es imprescindible mirarnos con sinceridad y sin eufemismos.

Abdiel D. Segarra

30/10/16, desde Madrid.